Fe humana natural o filosófica: la fe, en general, es un asentimiento que el ánimo presta a las palabras de otro, fiándose de su autoridad.
Fe divina sobrenatural o teológica: la fe, en la cual se cree a causa de la autoridad de Dios, que se comunica con nosotros por medio de la Iglesia, custodia legítima de la divina revelación.
La fe, en este segundo sentido, es virtud teologal don preciosísimo de Dios que ilumina el entendimiento, eleva la mente a ver y tener por cierto todo lo que nos ha sido revelado por Dios por medio de la iglesia.
Se llama virtud teologal, porque es una virtud sobrenatural, divina que tiene por objeto a Dios, viene de Dios y nos hace pensar en Dios. (S. Tomás, 1-2, q.LXII)
La FE precede en el orden a todas las otras virtudes
Es también don de Dios, porque ningún mérito propio nos proporcionó este inmenso beneficio, ni podíamos adquirirlo por nosotros con nuestras solas fuerzas naturales. (A los Efes., II, 8)
Si juzgamos, con razón, ser beneficio el tener el cuerpo sano y robusto, estar en disposición de ejercitar libremente nuestros sentidos, hallarnos en una holgada suficiencia, mucho más debemos apreciar el don de la fe, que nos proporciona el conocimiento de Dios sumo y perfectísimo bien, y el poder poseerle por toda la eternidad. La fe es necesaria, porque sin la fe no hay salvación (A los Hebr., XI, 6)
La fe es altamente meritoria, porque ofrece a Dios el mayor de los sacrificios, el sacrificio de nuestra razón; y el benignísimo Señor concede la fe a todos aquellos que con las buenas obras, con la rectitud de vida, se disponen de algún modo a recibirla.
Muchas verdades, que la fe nos propone para creer, podemos entenderlas; pero otras no, porque son misterios.
Recuperado de: Catecismo mayor del S. S. Papa Pío XX