“¡Ay de vosotros! – escribía Santa Catalina – a dónde habéis venido a parar, por no haber obrado conforme a las prescripciones de vuestra dignidad! Estabais llamados a alimentaros a los pechos de la Iglesia; a esparcir fragancia como flores de su jardín; a sustentar como firmes columnas al Vicario de Cristo y su navecilla; a servir como antorchas para alumbrar al mundo y para dilatar la fe.¡Vosotros sabéis bien si habéis cumplido aquello para que habíais sido llamados y a que estabais obligados! ¿En dónde está vuestro agradecimiento para con la Esposa que os ha nutrido? ¡Vosotros estáis persuadidos de la verdad, de que Urbano es el legítimo Papa, el Sumo Pontífice, constituído por una elección legal y, más bien, por divina inspiración, que por vuestra operación humana! Así nos lo anunciasteis, conforme es verdad, pero ahora habéis vuelto la espalda como cobardes y miserables caballeros, que teméis de vuestra propia sombra. ¿Cuál es la causa? El veneno del amor propio, que corrompe al mundo; y vosotros, que erais ángeles en la tierra, os habéis entregado a las obras diabólicas, y además queréis arrastrarnos a nosotros al daño que sobre vosotros obra, conduciéndonos a la obediencia del anticristo.¡Oh, desdichados, que nos anunciasteis la verdad, y queréis ahora brindarnos con la mentira! Queréis hacernos creer que elegisteis Papa a Urbano por miedo; pero quien tal dice miente. – Podréis decirnos: – ¿Por qué no nos creéis, dado que nosotros los electores conocemos la verdad mejor que vosotros? Mas, yo os respondo, que vosotros mismos me habéis mostrado de qué manera os apartáis de la verdad. Si considero vuestra vida, echo de menos en vuestra conducta la virtud y la santidad, que podría, por respeto de vuestra conciencia, apartaros de la mentira. ¿Qué es lo que me prueba la legítima elección del Señor Bartolomé, arzobispo de Bari, que hoy es verdaderamente el Papa Urbano VI? La prueba nos la dan la solemne coronación, el homenaje que le prestasteis, las gracias que solicitasteis de él y en parte recibisteis. Y vosotros sólo podéis oponer mentiras a esta verdad. ¡Oh, insensatos y dignos de mil muertes!, en vuestra ceguedad no conocéis vuestra propia afrenta. Si fuera verdad lo que decís, así como es mentira, ¿no nos hubierais engañado cuando nos disteis a Urbano VI como Papa legítimo?, ¿no seríais ahora reos de simonía, habiendo solicitado gracias y usado de las que obtuvisteis de aquél, a quien ahora llamáis Papa ilegítimo? ” |