San Ignacio de Loyola nos invita a considerar lo siguiente:
Así como Dios llamó a los pastores para que adorasen a su Hijo hecho hombre, así quiso también llamar a los remotos países a los Magos; porque quiere el Eterno Padre traer a todos al conocimiento y amor de su divino Hijo: pobres, ricos, sabios, ignorantes, judíos, gentiles.
El llamamiento es uno mismo, pero los medios de que Dios se vale para ello son distintos: a los pastores lo llamó por medio de un Ángel a Belén, a los Magos por medio de una estrella, a los judíos de Jerusalén por medio de las Sagradas Escrituras.
Muchos vieron la estrella que resplandecía en el cielo, pero solo estos tres sapientísimo Magos se dieron por entendidos a su visita. Así acontece cada día, que unos por hallarse embarazados en mil negocios de intereses o hacienda, o entretenidos en los regalos y pasatiempos del mundo y de la carne, o engolfados en pretensiones de honras y dignidades, hacen como que no oyen la voz de Dios, que lo llama a empresas del divino servicio, o a mayor perfección, y con su conducta sacan verdadera la sentencia del Salvador: "Muchos son los llamados y pocos los escogidos" . No quiera Dios que desgracia tan grande venga sobre nosotros.
Luego que conocieron los reyes magos lo que para ellos significaba la estrella se pusieron en camino, ¡Oh, prudencia y fidelidad dignas de imitación! Porque, ¿de qué sirve conocer la voluntad de Dios si no se cumple? ¿de qué aprovecha la tardanza en la ejecución de los buenos deseos?. Si los magos se hubieran dejado vencer por la pereza en seguir la estrella, ¿no era de temer que ésta se hubiera desvanecido, o hubiera ido a alumbrar otros países? ¡Cuántos llamamientos se frustran por la negligencia y pereza en corresponder a ellos!
Pero no sucedió así, por su buena fortuna, los Magos obedecieron al punto, e a la obedeció sin atender:
A) A las incomodidades de un largo viaje
B) En la estación más rigurosa del año
C)Por países desconocidos a donde los guiaba la estrella.
Quizá tuvieron que vencer la oposición de los que pretendían disuadirles de tan peregrina jornada, pero su fervor y resolución todo lo vencieron. ¡Cuánto no puede el fervor y una voluntad generosa! Donde el tibio desmaya y se ve imposible, el alma fiel corre y dilata sin hallar obstáculos que la detenga.
Llegan a Jerusalén y se les desaparece la estrella. Dios quiso probar la fe de los Magos, y ellos salieron bien de la prueba, mostrando: a) su prudencia en preguntar a los que podían encaminarla, y b) su valor, no temiendo el preguntar en la corte de Herodes: ¿Dónde está el que ha nacido Rey de los judíos?.
Aprovechemos de las lecciones que nos dan estos sencillos hechos:
De lejos vienen a buscarle los Magos y los que están cerca nos cuidan de recibirle. Así sucede a muchos que sólo sirven de mojones para guiar a otros por el camino de la vida y ellos se están inmóviles en medio del siglo, esclavos de sus pasiones y adulación, aduladores perpetuos de los que mandan.
Luego que salieron los Magos de Jerusalén en dirección a Belén, como en la corte de Herodes les aconsejaron, volvióles a aparecer la estrella. ¡Qué gozo tuvieron al verla! No difiere Dios el consuelo por más tiempo del que es menester.
Posose la estrella sobre el portal o sitio donde se hallaba el Niño. Entraron los Magos y lo hallaron en brazos de María, cerca de San José. Y, postrándose, le adoraron.
Admiremos la fe de estos Magos. Ven al niño en brazos de su Madre, en suma pobreza sin otros cortesano que José, y le reconocen en aquel estado por su Dios, por su Rey…. Conocen la dignidad y grandeza de aquella Virgen privilegiada, que celebró Isaías, Virgen y Madre a un mismo tiempo, más pura que la nieve y las estrellas, y veneran la santidad del varón justo a quien se confió el mayor tesoro de la tierra. Ven la pobreza y humildad de aquel sitio y no se escandalizan, porque penetran, con espíritu de fe, los designios de Dios de salvar al mundo por la pobreza y humildad.
Admiremos el amor, devoción y sencillez infantil de estos Magos. ¡Qué afecto brotarían de su pecho! ¡qué palabras dirían!, ¡cómo, habida licencia de la Inmaculada Madre, besarían los tiernos pies y blandas manecitas del divino infante!.
Admiremos la liberalidad de los Magos, que ofrecen a Jesús incienso como Dios, oro como Rey y mirra como a hombre pasible y mortal; incienso de encendida oración; oro de finísima caridad y mirra de perfectísima mortificación.
Admiremos los dones que en retorno les daría Jesús: aumento de virtudes y gracias y celo santo para predicar su venida. No se deja vencer Dios en generosidad. Lo más rico y preciado de sus dones no son los que el mundo estima, sino los que elevan al hombre y le hacen más semejante a Jesús.
Al retirarse, les mandó el Señor que se volvieran a su tierra por otro camino. Por otro camino distinto del que antes anduvieron han de ir los que se allegan a Cristo y le siguen.