13 Jul
13Jul




Para asesinar a la Iglesia de Cristo debía usarse la corrupción, principalmente en el clero, de manera de obtener un papa “corrupto” que pudiera llevar la revolución a los cuatro ángulos de la tierra: He aquí el plan, extraído de las Instrucciones secretas de Nubius y otros miembros de la Alta Venta: «El mejor puñal para asesinar a la Iglesia y golpearla en el corazón es la corrupción. ¡Manos a la obra, entonces!». «Alejad al sacerdote de la laboriosidad, del altar y de la virtud: buscad diestramente ocupar sus pensamientos y su tiempo en otra cosa. Hacedlo ocioso, glotón (...); se volverá ambicioso, intrigante y perverso…». «Hemos comenzado la mayor corrupción; la corrupción del pueblo a través de la del clero y la del clero por medio nuestro; ¡una corrupción tal que debe conducir a la sepultura de la Iglesia!». «Lo que debemos buscar y esperar, así como los hebreos esperan al Mesías, es un Papa de acuerdo con nuestras necesidades. No tenemos dudas de que llegaremos a este supremo punto en nuestros esfuerzos».  «Es necesario atraer a la juventud, sin que se dé cuenta, bajo la bandera de las sociedades secretas… Dentro de algunos años este joven clero habrá, por la fuerza de las cosas, invadido todos los puestos. Gobernarán, administrarán, juzgarán… y serán llamados a elegir al futuro Papa…». 

«Este Papa… estará necesariamente embebido de los principios italianos y humanitarios que nosotros comenzamos ahora a poner en circulación… ¿Queréis revolucionar la Italia? Buscad el Papa cuyo retrato os hemos hecho. ¿Queréis establecer el reino de los elegidos en el trono de la prostituta de Babilonia? Haced que el clero camine bajo vuestras banderas, creyendo caminar bajo la bandera de las Llaves Apostólicas». «Tended vuestras redes… en el fondo de las sacristías, de los seminarios y de los conventos… Pescaréis amigos y los conduciréis al pie de la Cátedra Apostólica. Habréis logrado así una revolución en tiara y capa, precedida por la cruz y el estandarte; una revolución que no necesitará más que de una pequeña ayuda para aplicar el fuego a los cuatro ángulos del mundo». 

¿Sabía Nubius que el puñal que asesinaría definitivamente a la Iglesia de Cristo era el “puñal” del Caballero Rosacruz que, en lugar de celebrar el Sacrificio de Cristo en la Cruz ofrecido a la Ssma. Trinidad, celebraría el Deicidio en holocausto a Lucifer? 


Gimbattista Montini fue ordenado sacerdote el 29 de mayo de 1920 y continuó sus estudios en la Pontificia Universidad Gregoriana. En la Pontificia Academia de nobles eclesiásticos entabló una amistad, que selló su vida, con el siciliano Mariano Rampolla del Tindaro, sobrino nieto del card. Mariano Rampolla muerto en 1913 y que, según documentos encontrados en su oficina, resultó ser el jefe del Ordo Templi Orientis (O.T.O.), la institución de los Illuminati de Baviera que promueve la satánica corrupción en ambientes de alto nivel, como medio indispensable para obtener el control de altas personalidades. 

En 1923, Montini fue encargado por Pío XI de ocuparse del Círculo Universitario Romano (CUR). En octubre de 1924, Montini fue llamado a trabajar en la Secretaría de Estado dependiendo de Mons. Giuseppe Pizzardo, del card. 

Pietro Gasparri y de Mons. Francesco Borgognini-Duca, primer Nunzio Papal luego de la firma de los Pactos Lateranenses y amigo de Angelo Roncalli. En octubre de 1925, Montini fue nombrado Asistente eclesiástico nacional de la Federación Universitaria Católica Italiana (FUCI). En 1926, Montini fue fichado como homosexual por la Policía de Buenas Costumbres de Milán. El 12 de febrero de 1933, un sacerdote jesuita “detectó en el apostolado de Mons. Montini en la FUCI una infracción perturbadora entre sus asociados”. Montini fue obligado a dimitir el 12 de marzo de 1933. En base a los archivos del Ministerio del Interior italiano se supo que el Asistente eclesiástico nacional de la FUCI, Mons. Montini, fue sorprendido, con una persona del mismo sexo, en un baño público realizando actos obscenos contra las buenas costumbres. En 1934, Montini fue a Inglaterra con su amigo, Mons. Rampolla del Tindaro, sobrino del card. Rampolla.A mediados de 1930, Montini entabló amistad con individuos singulares que compartían la misma orientación sexual: Hugh Montgomery, hermano del famoso actor Peter Montgomery pareja homosexual de larga data del espía de Cambridge Anthony Blunt, que pasó después al campo soviético. Otro era el Vizconde Evan Tredegar, el cual gustaba de relatar a sus amigos sus proezas sexuales ocultas, incluyendo sus experiencias en misas negras con uso de sangre humana, orina y esperma. Vuelto a Inglaterra, Tredegar conservará una fotografía del joven Montini mejilla a mejilla con un guapo marinero”. 

El 16 de diciembre de 1937, Montini fue nombrado Sustituto en la Secretaría de Estado, bajo el Secretario de Estado card. Eugenio Pacelli. El 2 de marzo de 1939, Pacelli se convierte en el Papa Pío XII y Montini mantiene el cargo en la Secretaría de Estado, junto a Mons. Domenico Tardini. En 1939, en Polonia, Montini, por el odio que sentía hacia los alemanes y hacia Alemania, expone un punto de vista del Vaticano - completamente personal- aconsejando a Polonia abrir fuego contra el ejército germánico. Estallada la guerra, Montini organizó el Servicio de Investigación e Informes de los prisioneros de cada país y la Comisión de Socorro que luego será la Pontificia Comisión de Asistencia. Durante todo el transcurso de la guerra, Montini, sacerdote-diplomático de día e intrigante de noche, tendrá estrechas relaciones con personal de los servicios de inteligencia militar del Office of Strategic Services (OSS) (el precursor de la CIA) como también con el personal de la Intelligence Britannico y el Intelligence Sovietico.El Office of Strategic Services (OSS), a cambio, se encargaba de llenar de dólares la tesorería vaticana, como también las cajas de la Mafia Siciliana y la Masonería, para acelerar la invasión de Sicilia

Montini fue el responsable de receptar los informes de inteligencia, obtenidos por los Jesuitas en Japón, que sirvieron a los Aliados para identificar objetivos estratégicos para bombardear en ese país. En 1943, Montini perdió a ambos padres: el 12 de enero, murió el padre; el 15 de mayo, la madre. Montini dedicó a la madre una lápida, de la cual fue él mismo el autor, en la que aparece una composición de simbología esotérica que manifiesta una terrible realidad: la predestinación de Mons. Montini a ser Patriarca del Mundo, jefe de los Illuminati de Baviera, o mejor, Segunda Bestia del Apocalipsis de San Juan. 

En 1944, a la muerte del card. Maglione, Pío XII no eligió un nuevo Secretario de Estado, y así Mons. Montini y Mons. Domenico Tardini permanecieron como Pro-Secretarios de Estado hasta 1954, en que Montini fue echado de Roma por el mismo Papa Pío XII. En el verano de 1944, ignorándolo Pío XII, Mons. Montini entabló negociaciones de alto nivel con los comunistas italianos. Su objetivo era formar una alianza entre el Partido Demócrata Cristiano, los Socialistas y los Comunistas. El 10 de julio de 1944, hubo una reunión entre mons. Montini y Palmiro Togliatti, indiscutido jefe del Partido Comunista italiano. Éste fue el primer contacto entre el Vaticano y un líder del Comunismo. En 1945, en vísperas de la Conferencia de Yalta, Mons. Montini se reunió con el comunista Eugenio Reale, con la intención de organizar un encuentro entre Togliatti y el Papa Mientras Mons. Montini daba rienda suelta a su anti-fascismo con sus contactos secretos con representantes comunistas de alto nivel, su familia manifestaba esta pasión política de izquierda de modo mucho más inquietante. En un artículo escrito por el Dr. Salvatore Macca, abogado, ex Presidente del Tribunal de Brescia, que lleva por título: “Los Montini ayudaron al terrorista comunista Speziale a asesinar a la gente con bombas”, se leen informes sobre el comunista Leonardo Speziale que, con antecedentes y condenas por sangrientos crímenes, lesiones y homicidio voluntario, escapó de la cárcel en Francia y regresó a Italia, estableciéndose en Brescia, en casa de la familia Montini. 

El 31 de octubre de 1943, en Brescia, Speziale, con una bomba, causó la muerte del Director de la Prisión judicial, padre de cinco hijos, y de un soldado de diecinueve años, destrozados ambos por la explosión, regresando luego a casa de los Montini a la hora de la cena. He aquí el testimonio de Speziale acerca de la hospitalidad de los Montini: «Mamá y papá Montini sabían que yo era uno de los que colocaban bombas en los cuarteles de los nazifascistas – yo mismo armaba muchas de ellas en su casa – y sin embargo… me mantuvieron con ellos ofreciéndome hospitalidad y, sobre todo, solidaridad y afecto. También católicos eran los miembros de la familia en cuyo taller, como ya mencioné, se hacían las bombas que usábamos en los atentados. Lo hacíamos plenamente convencidos de esa elección, conscientes del riesgo que corríamos. ¡No éramos exaltados!». (...) Speziale explica, todavía, que en Valtrompia había logrado formar un primer grupo de correligionarios “numéricamente fuerte pero escasamente equipado… que fue provisto de lo necesario gracias a la preciosa colaboración de los hermanos Giacomino y Franco Montini della Stocchetta”. 

El terrorista Leonardo Speziale recibió, luego, el premio de sus actividades: le fue conferido el cargo de Inspector Militar para el Véneto, cargo que ejercería hasta el cese del conflicto. Durante ese período, no faltó en la zona del Véneto la presencia del hombre de confianza de Mons. Giambattista Montini: Loris Capovilla, el cual, ordenado sacerdote el 23 de mayo de 1940. A partir del 8 de septiembre de 1943 colaboró con la Resistencia partisana. Con la credencial, casi desconocida para la mayoría, de hermano-cabeza de célula comunista de Mestre, don Loris Capovilla se hundió hasta el cuello en un turbio pasado de violencia roja vinculada a la guerra civil en el norte de Italia. En el período de 1944-45, don Capovilla será el negro ángel custodio de Mons. Angelo Roncalli, gestionando una maraña de negocios y actividades políticas clandestinas. Terminada la guerra, a partir de un informe secreto de los servicios de seguridad de la Fiat, quedó delineada la acción política de Capovilla que, a través de los sindicatos y el Partido Comunista italiano, comenzó a tener un puesto de primerísimo plano en el proceso de comunistización de la nación italiana, de la “apertura hacia la izquierda” al deslizamiento izquierdoso de todo el bloque occidental de países europeos. 

El 11 de abril de 1953, el cuerpo de Wilma Montesi fue encontrado en una playa al sur de Roma, bañado por las olas. El “Caso Montesi” estalló cuando se descubrió que la muchacha había participado en una misa negra con posterior orgía, en una finca de las cercanías de Roma. El titiritero de este escándalo fue el marqués Ugo Montagna, al que Guy Carr, uno de los máximos expertos en Masonería, identificó como el jefe político de los Illuminati de Baviera en Italia, cuya misión era controlar a Mussolini y esperar el momento oportuno para impulsar el giro a la izquierda de la política italiana. 

En 1954, el “Caso Montesi” se desvaneció en la nada pero, debido a la incriminación de Pietro Piccioni, dió como resultado la supresión de la candidatura a la presidencia de la Democracia Cristiana de su padre, Attilio Piccioni, el cual «... como secretario democristiano, gestionó la fatídica campaña electoral de 1948, batiéndose con coraje contra el peligro comunista…». Italia estaba lista para la “apertura hacia la izquierda”, tan codiciada por Mons. Giambattista Montini. «Con la Iglesia que se ponía inesperadamente al servicio de Carlos Marx», sucedió que «Amintore Fanfani, fuertemente inspirado por Mons. Loris Capovilla, se encargó de desarrollar el programa de la “apertura hacia la izquierda” en Italia». Montini estaba listo para promover el “giro a la izquierda” de la política italiana, que intentaba llevar a cabo con sus hombres de la Democracia Cristiana, partido al que él y toda su familia se habían dedicado religiosamente, pero sucedió un evento inesperado. La expulsión de Mons. Giambattista Montini de la Secretaría de Estado el 1° de noviembre de 1954, y el significativo silencio de Pío XII acerca de ello, luego de haber sido nombrado arzobispo de Milán, creó una situación nueva para Montini y para la Alta Masonería. Montini quedó sin aliento. El predestinado de la Alta Masonería para ocupar el trono de Pedro y la cumbre de la Orden de los Illuminati, había sido exiliado y tenía la puerta cerrada al Cardenalato y, por tanto, al Papado. A comienzos de 1955, se iniciaron los contactos epistolares y personales de Montini con Mons. Roncalli

Para la Alta Masonería, la única vía era llevar al solio Pontificio a Roncalli, y resolver así el problema del cardenalato de Mons. Montini que le abriría luego el camino al pontificado. En 1956, Don Luigi Villa, en su primer encuentro con el P. Pío, recibió el encargo de dedicar toda su vida a defender la Iglesia de Cristo de la acción de la Masonería eclesiástica y, recibido el mandato papal de Pío XII para esta tarea, fue puesto bajo las órdenes del card. Ottaviani, prefecto del Santo Oficio, del card. Parente y del card. Palazzini. El intervalo de tiempo entre la expulsión de Mons. Montini de la Secretaría de Estado y la muerte de Pío XII, fue muy delicado para la Masonería, por el peligro de que Pío XII permaneciese con vida por largo tiempo. He aquí la versión de Don Villa sobre lo que se decía y se sabía en el Santo Oficio: “Nosotros pensamos que Pío XII fue asesinado, por dos razones: si Pío XII hubiera vivido todavía un año y medio, el plan de la Masonería mundial para poner al frente de la Iglesia a su hombre, Montini, habría naufragado. En 1960, seguramente Pío XII habría publicado el Tercer Secreto de Fátima que contenía la frase: “Satanás logrará, efectivamente, introducirse hasta la cima de la Iglesia”; además, la Masonería no habría podido imponer a Roncalli como su “papa de transición” porque, ya en ese momento, estaba enfermo de cáncer y le habían dado sólo cinco años de vida. Y jamás Montini habría sido Cardenal, y por ende tampoco Papa”


Volvamos ahora al “Caso Montesi”: “También el Vaticano se vio afectado por la crisis, porque se descubrió que el aventurero Montagna era íntimo del médico personal del Papa, Ricardo Galeazzi Lisi (que será expulsado de los sacros palacios por haber fotografiado a Pío XII agonizante y haber vendido las imágenes a la prensa amarilla). Ahora bien, Ugo Montagna fue quien organizó la misa negra y la consiguiente orgía bacanal con “actrices-sacerdotisas” inglesas, francesas, americanas e italianas que causó la muerte de Wilma Montesi y “utilizaba el chantaje pa[1]ra obligar a muchas personas a ceder a la voluntad de sus amos, los Illuminati”. ¿Y qué trato podían dispensar los Illuminati a un Pío XII que, si hubiese permanecido con vida un año y medio más, podría haberles desbaratado el plan supremo de poner a su Jefe en el trono de Pedro? Llegados a este punto, nos preguntamos: Mons. Montini, que debía ser el Jefe Supremo de la Orden de los Illuminati de Baviera y sentarse en el trono de Pedro, y que tenía el obstáculo de Pío XII que podría haber sobrevivido hasta 1960, ¿conocía acaso al Marqués Ugo Montagna?¿Sabía Mons. Montini que Ricardo Galeazzi Lisi era amigo íntimo de Montagna? ¿Estaba él al corriente del uso que Montagna hacía de sus misas negras y orgías bacanales para chantajear a sus “íntimos”? En el libro de Franco Bellegrandi, “Nichitaroncalli- Controvita di un Papa”, hemos leído esta frase: «Se quería hacer creer que el Monseñor (Montini) hubiese, incluso, asistido a misas negras. Fue el P. Lombardi quien dio esta noticia al Papa» En un artículo de Alberto Bertotto del 22 de junio de 2008, se lee una confidencia que la hija de Pound, Mary de Rachelwitz hizo al profesor Antonio Pantano acerca de la «misión homicida de los killers de USA que debían matar a Benito Mussolini, que la misma habría sido organizada por Angleton, contacto del pro-Secretario de Estado vaticano, Mons. Giovanni Battista Montini, se[1]cundado por Togliatti, su hombre de confianza». J.J. Angleton había asumido el cargo de jefe de la X-2, oficina de la OSS (Office of Strategic Services) para el contraespionaje en Italia, desde 1944 a 1947, y era sabido que utilizaba proficuamente la red de informaciones que había organizado la Santa Sede: un servicio de Inteligencia que, en esos años, estaba dirigido por el “pío” Monseñor Giambattista Montini”. Guy Carr, uno de los máximos expertos acerca de la conjura Illuminati, en su libro “The Red Fog over America”, escribe: “Es sabido que Ugo Montagna, a la llegada de las Fuerzas Aliadas, y en virtud de su “amistad”, organizó la fuga de Mussolini y la Petacci. (...) Sin embargo, los trai[1]cionó secretamente, entregándolos a un “illuminato” del Partido Comunista, que los hizo interceptar…”. A la luz de estos hechos, se hace más difícil pensar que Mons. Montini no conociera al Marqués Ugo Montagna… 

El Papa Pío XII murió el 9 de octubre de 1958. El 26 de octubre de 1958, los príncipes de la Iglesia eligieron al card. Giuseppe Siri de Génova como sucesor del Papa Pío XII. El nuevo Papa había aceptado el oficio convirtiéndose en el 262° Vicario de Cristo, informando a los cardenales que tomaba el nombre de Gregorio XVII. Como, de acuerdo con el Derecho Canónico, la forzada dimisión de un Papa, regularmente electo y que hubiera aceptado el oficio, es nula, Gregorio XVII continuó siendo el verdadero Vicario de Cristo hasta su muerte, ocurrida en 1989. Pero los Illuminati tenían otras preferencias y otros programas. Vinculado a ello, recordamos la revelación hecha a Franco Bellegrandi por el economista, hombre político, escritor y periodista, conde Paolo Sella di Monteluce: «En septiembre de 1958, al acercarse las siete, ocho días antes del Cónclave, me encontraba en el Santuario de Oropa, en uno de los habituales almuerzos del grupo de Attilio Botto (...). Ese día, estaba invitado un personaje que supe era una alta autoridad masónica en contacto con el Vaticano. Éste me dijo que “... el próximo Papa no sería Siri, como se murmuraba en algunos círculos romanos, porque era un cardenal demasiado autoritario. Se elegiría un Papa de conciliación, y ya había sido elegido el Patriarca de Venecia, Roncalli”. A la pregunta: “¿Elegido por quién?” “Por nuestros representantes masones en el Cónclave”, me respondió serenamente esa alta autoridad masónica. “

¿Hay masones en el Cónclave?”. “Seguro - respondió - la Iglesia está en nuestras manos”. “Entonces, quién es el que manda en la Iglesia?”. Después de un corto silencio, la alta autoridad masónica pronunció, acentuando cada palabra: “Nadie puede decir dónde está el vértice. El vértice está oculto”. Al día siguiente, el conde Sella transcribió a un documento oficial que se conserva hoy en la caja fuerte de un notario, el nombre y apellido de ese personaje y su asombrosa declaración con el año, mes, el día y la hora. La que pocos días después reveló ser absolutamente exacta». ¿Con qué amenazas se obligó a dimitir al Papa Gregorio XVII? La versión oficiosa hablaba de la amenaza de muerte al card. Giuseppe Siri y del exterminio de toda su familia, pero la más eficaz fue la del exterminio de toda la parte superior de la Jerarquía eclesiástica. En ese momento, existía la bomba atómica y sus efectos habían sido demostrados el 6 y el 9 de agosto de 1945 en Japón. El primer test nuclear de los EE.UU. tuvo lugar el 16 de julio de 1945 en un sitio llamado: ¡Trinidad! Recordemos que, en marzo de 1945, Japón había comunicado su rendición incondicionada a los EE.UU. que, ignorando tal rendición, siguieron bombardeando las ciudades japonesas porque la administración Roosevelt quería prolongar la guerra con el fin de desarrollar la bomba atómica y probarla luego sobre la “raza amarilla”, demostrando al mundo entero el poder y las capacidades destructivas adquiridos por los EE.UU. Hacia las 8: 15 del 6 de agosto de 1945, la primera bomba atómica jamás lanzada en la historia de la humanidad, explotaba a una altura de 580 metros sobre el centro de Hiroshima. En pocos instantes, la ciudad de redujo a una planicie desértica. Tres días después, el 9 de agosto, una nueva bomba atómica de mayor potencia fue lanzada sobre Nagasaki, ciudad que ya había sido golpeada por bombardeos incendiarios y estaba construida sobre una serie de colinas que habrían limitado la eficacia de la bomba atómica. Esta segunda bomba estaba destinada a golpear Kokura, uno de los principales arsenales navales de Japón; ¿cómo, entonces, fue lanzada sobre Nagasaki cuando el presidente Truman, en su diario, había escrito que sólo se usaría sobre objetivos militares? De las investigaciones realizadas resulta que, para el bombardeo atómico de Nagasaki, ¡no hubo oficialmente ningún responsable por encima del grado de “coronel”! Con veinticuatro horas de retraso, el presidente Truman envió una nueva orden a la aviación: “de ahora en adelante, ninguna bomba debía lanzarse sin su explícito consentimiento”. ¡Qué farsa! En Nagasaki vivía el 70% de los católicos japoneses. Nagasaki e Hiroshima eran las ciudades en las que vivía la casi totalidad de los católicos del Japón. Por tanto, las dos primeras bombas atómicas de los EE.UU. fueron, sí, lanzadas sobre la “raza amarilla”, pero ¡PARA ASESINAR A LA CASI TOTALIDAD DE LOS CATOLICOS DEL JAPON! ¿Cuál fue, entonces, el verdadero objetivo de estas dos primeras bombas atómicas lanzadas sobre Japón, de las cuales nadie, en los altos mandos, quiso hacerse responsable? El perenne portavoz del establishment anticatólico, Herbert George Wells, publicó su libro “Crux Ansata”, en el cual propugnaba abiertamente la destrucción del Vaticano: “¿Por qué no bombardeamos Roma?... Un bombardeo total (como el de Berlín) de la capital italiana es no sólo deseable, sino necesario”. En realidad, durante la Segunda Guerra mundial, las bombas aliadas golpearon el Vaticano dos veces y, desde entonces, el Papa Pío XII, reuniendo a los cardenales, les aconsejó prepararse para elegir un pontífice sucesor fuera de Italia, en caso de que él fuera asesinado. En mayo de 1945, el conflicto armado en Europa había llegado a su término, pero las tácticas de intimidación violenta ejercidas por los enemigos de la Iglesia contra el Papa, no se detuvieron con el fin de la guerra. Muchos eventos indican que, ya desde 1949, los poderes seculares intentaban intimidar al Papa Pío XII con la amenaza de una bomba nuclear sobre el Vaticano para forzar un cambio en la enseñanza de la Iglesia, que obstaculizaba la agenda del emergente gobierno mundial del Anticristo. Como parte de la ofensiva de la Masonería contra la Iglesia, en el período siguiente a la Segunda Guerra mundial, el escritor rabiosamente anticatólico, Avro Manhattan, lanzó una amenaza pública contra el Papa en forma de libro, en el cual anunciaba audazmente: «La Iglesia Católica se entromete en los asuntos de los cuerpos políticos con la misma energía, audacia, astucia y determinación con que lo ha hecho en el período comprendido entre las dos guerras mundiales. … Las bombas atómicas, que en pocos segundos han barrido Hiroshima y Nagasaki de la faz de la tierra y han puesto a Japón de rodillas deberían ser una advertencia para todas las fuerzas que se ocupan del futuro de la humanidad de que el método de los principios no negociables de las épocas pasadas han sido superados para siempre. A menos que se abran nuevos horizontes, se diseñen nuevos métodos se esté animado de un nuevo espíritu, los sistemas económicos, las doctrinas sociales y los regímenes políticos, así como las instituciones religiosas, inevitablemente harán precipitar sobre sí mismas y sobre toda la humanidad la aniquilación total final… La Iglesia Católica, en efecto, no sería una excepción y, como las demás instituciones del mundo, debería prestar atención a esta advertencia y, yendo al ritmo del espíritu del siglo veinte, DEBERIA INTENTAR UN NUEVO CAMINO». En 1957, un año antes de la muerte del Papa Pío XII, Alice Bailey, ex alta sacerdotisa de lo que hoy se conoce como la “New Age”, describió sin medias palabras cómo las potencias mundiales buscaron aterrorizar secretamente a la Iglesia con sus armas nucleares. Ésto servía para abrir el camino a una “ONU de las religiones mundiales” como un ingrediente necesario para el “Nuevo Gobierno Mundial”y para la creación de una única cultura y una única humanidad mundial. Alice Bailey fundó la organización internacional masónico-satánica “Lucifer Trust(la Corte de Lucifer) que luego, más prudentemente, denominó “Lucis Trust”, que dirige la ONU.
Acerca de su “nueva religión”, Bailey escribe: «Cristo Resucitado, y no Cristo Crucificado, será la nota distintiva de la nueva religión…». «... Y una nueva Iglesia de Dios, extraída de todas las religiones y todos los grupos espirituales, pondrá fin a la gran herejía de la separación”. Pero para arribar a ello, Bailey pedía “rechazar decididamente los dogmas, co[1]mo causa de discordias y de guerras, es decir, todos los enunciados que forman las pretendidas verdades». El programa de la ONU y del Gobierno Mundial que apunta al hombre y su destino, nos es descripto con despiadada sinceridad por el famoso mundialista y “filósofo” inglés Bertrand Russell. En 1902, a la edad de dieciocho años, escribió a su amigo Gilbert Murray, más tarde primer presidente de la Sociedad de las Naciones: «... siento que lo único que vale la pena de hacer es matar al mayor número posible de personas para disminuir la conciencia global mundial». La solución que él propone es la guerra: «La guerra podría ser tan destructiva que, de una sola vez y para cualquier tasa de crecimiento demográfico, no existiría el peligro de la superpoblación». Pero, desilusionado de la guerra, escribió luego: «La guerra ha sido hasta ahora decepcionante en este aspecto... pero tal vez la guerra bacteriológica se revele más eficaz. Si pudiese estallar una peste negra en todo el mundo, en cada generación los sobrevivientes podrían procrear libremente sin poblar demasiado este planeta». Pero lo que más lo fascinó fue la bomba atómica: «No es en absoluto improbable que las grandes potencias mili[1]tares del mundo conozcan su destrucción, debido a la propia incapacidad de abstenerse de la guerra». Y Russell ofrece el remedio a este mundo aterrorizado por la amenaza de un holocausto nuclear: modificar la propia matriz religiosa, moral y cultural y apartarse de toda consideración de verdad y justicia para poder aceptar un Gobierno Mundial con sus políticas genocidas. Para Russell, el medio más importante a utilizar «es la psicología de masas (...) los psicólogos del futuro deberán dar clases a los niños y ¡deberán inculcar la convicción de que la nieve es negra!». Y explica con estas palabras el objetivo a alcanzar: «Aprender a someterse a las leyes, incluso cuando éstas sean impuestas por extranjeros que despreciamos y odiamos, y que sepamos ser completamente extraños a toda consideración de justicia». A la luz de los escritos de personajes tales como Alice Bailey, H. G. Wells, A. Manhattan, B. Russell, el calendario de “test” de armas nucleares de 1958adquiere ahora una enorme importancia. El increíble aumento de las detonaciones de artefactos nucleares (por parte de los EE.UU. y la URSS) se verificó justamente durante 1958, más que en cualquier otro año precedente. En realidad, hubo más explosiones de artefactos nucleares durante los 18 días comprendidos entre la muerte de Pío XII y el triunfo de las fuerzas masónicas en el Cónclave posterior a ella, que las verificadas durante un período de tiempo análogo desde el primer test nuclear de los EE.UU en 1945. Los test nucleares de la Unión Soviética comenzaron el 24 de septiembre de 1957 y prosiguieron esporádicamente y con baja potencia hasta principios de octubre de 1958. Desde el 10 al 25 de octubre, el período exacto en que los Cardenales se aislaron en la Capilla Sixtina para elegir al Papa, hubo un notable aumento de test nucleares, tanto en número como en potencia. Para no ser menos, los norteamericanos hicieron su parte para mantener elevado el nivel de terror nuclear hasta el momento de la elección del nuevo Pontífice. En ese mismo período, los Estados Unidos llevaron a cabo test nucleares sin precedentes, tanto en su tipo como en su número. Desde el 28 de mayo de 1957 al 29 de octubre de 1958, hubo 77 test nucleares. Según el ex-consultor del FBI, Paul L. Williams, documentos desclasificados por la inteligencia de USA confirman que “En el Cónclave de 1958, (...) Al tercer escrutinio, Siri – según las fuentes del FBI – obtuvo los votos necesarios para ser elegido Papa Gregorio XVII. El humo blanco salió de la chimenea de la Capilla anunciando a los fieles que tenían un nuevo Papa. La Radio Vaticana informó con alegría la noticia a las 06:00. El relator dijo: «El humo es blanco. No hay absolutamente ninguna duda. Un Papa ha sido electo». «Pero el nuevo Papa no salió al balcón. Comenzaron entonces a surgir dudas, de si el humo hubiera sido blanco o gris… Por la noche, Radio Vaticana anunció que los resultados habían quedado inciertos… Pero los anuncios hechos al mundo fueron válidos. Al cuarto escrutinio – siempre de acuerdo con las fuentes del FBI – Siri obtuvo todavía los votos necesarios para ser elegido nuevamente Sumo Pontífice. Pero los cardenales franceses anularon los resultados, sosteniendo que la elección de Siri causaría desórdenes y el asesinato de varios preeminentes obispos detrás de la Cortina de Hierro. Finalmente, al tercer día de ballotage, Roncalli recibió el apoyo necesario para convertirse en el Papa Juan XXIII». El Padre Paolo Perrotta, en su informe acerca de la elección de Juan XXIII, revela ser consciente de que el Cónclave de 1958 habría podido convertirse en el objetivo de un ataque nuclear, al escribir: «Si todos los cardenales hubieran sido asesinados, como hoy es posible con una bomba atómica, el derecho de elegir al Obispo de Roma volvería al cuerpo en el que tuvo origen y del cual los cardenales son representantes, vale decir, el clero de la Ciudad Eterna». En su ensayo de 1972,La elección del Romano Pontífice”, Giuseppe Siri escribió: «Actualmente, algunas superpotencias tienen un interés demasiado grande en tener de su parte a la máxima autoridad moral en el mundo. Y harían cualquier cosa para alcanzar este objetivo. Las presiones para destruir la sustancia de la ley del Cónclave obedecerían al deseo de obtener este resultado». En una declaración de 1985 al periodista francés Louis Hubert Remy, Giuseppe Siri dijo: «Este secreto (del Cónclave) es horrible. (…) Han sucedido cosas muy graves. Pero no puedo decir nada». El 28 de octubre de 1958, el masón Angelo Roncalli, descripto por Avro Manhattan como el “Candidato del Kremlin”, apareció de improviso en el balcón papal y en la escena mundial como el “Papa” Juan XXIII. En realidad, apareció en la escena mundial el Anti-papa Juan XXIII. Esta fue la segunda vez, desde 1378, que los cardenales engañaron a los externos al cónclave acerca de la identidad del prelado que ellos habían elegido Papa, con las consecuencias no intencionales, en aquella ocasión, de lanzar el Gran Cisma de Occidente que duró décadas y que ha creado una serie de antipapas. Una vez que el Card. Giuseppe Siri fue sustituido por el Card. Angelo Roncalli en la cátedra de Pedro, y luego de que las estructuras del Vaticano fueron puestas totalmente bajo los talones de las potencias mundiales masónicas, en sólo 48 horas los Estados Unidos y la Unión Soviética, al mismo tiempo, anunciaron la suspensión de sus respectivos programas nucleares. La conexión de los dos eventos dice mucho, vista en el contexto de lo acaecido en la Iglesia a continuación del Cónclave de 1958. El pontificado del Anti-papa Juan XXIII fue sólo un pontificado de “transición” que sirvió exclusivamente para elevar al cardenalato a Mons. Montini y ponerlo en condiciones de ser impuesto como el siguiente Papa. El masón Juan XXIII era un simple peón y un ejecutor de las indicaciones que Montini, desde su puesto de Arzobispo de Milán, le transmitía mediante su hombre de confianza, Mons. Loris Capovilla. Pero Juan XXIII era también el ejecutor de “órdenes” o “sugerencias”que provenían de determinadas y poderosas Logias masónicas. En el libro “La Iglesia eclipsada”, de Louis Hubert Remy, el autor va a New York para entrevistar al Padre jesuita Malachi Martin. A la pregunta: “¿Juan XXIII era masón?”, el jesuita respondió: «Acerca de la pertenencia de Juan XXIII a la masonería, todas las pruebas están en los archivos del Vaticano, celosamente custodiados por el Cardenal Angelo Sodano». A otra pregunta que le fuera formulada en 1996: «¿Juan XXIII era un iniciado? Algunos documentos lo muestran como “hermano”. ¿Qué piensa Ud. de ello?». Malachi Martin respondió: «Sí, él fue iniciado por Vincent Auriol». En un llamado telefónico que recibí en el estudio de don Luigi Villa, el interlocutor (insigne diplomático y jurista internacional) me dijo que Roncalli era pedófilo y masón, y agregó: «Un día, siendo Nuncio en París, Roncalli fue llamado por el presidente francés, Vincent Auriol, el cual le dijo: “Tu pequeño vicio, para nosotros, no es un problema… si entraras en el Gran Oriente te convertirías en Cardenal y yo te pondría el birrete rojo. Y si un día fueras Papa, deberías llamar a un Concilio…”». El alto diplomático dijo, además, que la fuente era su amigo Mons. Bruno Heim, que fue secretario de Roncalli en la Nunciatura de París, y que estas palabras fueron dichas en presencia de un grupo de eminentes personalidades. ¿Habría, entonces, sido el masón y anticlerical presidente francés Vincent Auriol quien le “sugirió” al Card. Angelo Roncalli convocar a un Concilio “si un día se convirtiera en Papa”? El terror de la amenaza nuclear será nuevamente usado en el mes de octubre de 1962. En 1957, Alice Bailey sugirió que la “amenaza de uso” de la bomba nuclear sería suficiente para intimidar a la “Iglesia de Roma” y hacerla obedecer las órdenes de los poderes mundiales. Los test nucleares conducidos por los EE. UU y la Unión Soviética fueron retomados en 1962 y mucho más numerosos respecto a cualquier otro período de tiempo análogo, pasado o siguiente. El terror de la bomba atómica coincidió con la segunda semana del Concilio Vaticano Segundo, cuando no sólo los cardenales sino lo obispos de todo el mundo estaban reunidos en Roma. Además, el 15 de octubre de 1962, apenas cuatro días después de la apertura del Concilio, aviones de reconocimiento norteamericanos “descubrieron” varias instalaciones de misiles soviéticos de mediano alcance en Cuba, aptos para poder efectuar un primer ataque nuclear a una decena de ciudades de los EE.UU. El 22 de octubre, a once días del inicio del Concilio, el presidente Kennedy reveló a la Nación la presencia de misiles soviéticos en Cuba. La “Crisis de los Misiles de Cuba” paralizó al mundo, que quedó sin aliento. Lo que no se sabía, sin embargo, era que no habría podido existir ningún misil ruso en Cuba listo para golpear las ciudades de los Estados Unidos si los mismos EE.UU. no hubiesen transferido a la Unión Soviética era por el hecho de la particular tecnología con rotación de esferas, necesaria para construir los sistemas de guía de los misiles. El periodista de investigación, Antony Sutton, en su libro: “The Best Enemy You Can Buy” reveló que: «En 1961, el Departamento de Comercio aprobó la exportación de treinta y cinco máquinas Centaling-B para la elabora[1]ción de rotación de esferas en miniatura, de la Società Bryant Chucking Grinder, a la Unión Soviética, que posibilitaría a los soviéticos alcanzar el 50% de las capaci[1]dades de los EE.UU. Los soviéticos no tenían ningún equipamiento para esta producción en masa, y ni la URSS ni ningún otro productor europeo era capaz de producir tales equipo ...». Con la ayuda del Gobierno de los EE.UU., los comunis[1]tas soviéticos, de pronto, tuvieron misiles balísticos con capacidad nuclear, estacionados a 90 millas al sur de Key West en Florida. De este modo, el ejército soviético tecnológicamente primitivo de los años 1960, fue instantáneamente modernizado por su pretendido adversario, los EE.UU., convirtiéndose en un “espantapájaros” mucho más aterrador de lo que era hasta ese momento. Si el pueblo americano fue aterrorizado con la perspectiva de una guerra nuclear, mucho más lo fueron los pueblos europeos, que tenían aún los vívidos recuerdos de las ciudades y de los millones de cuerpos de inocentes incinerados: mujeres, niños y ancianos, como consecuencia de los bombardeos masivos de los Aliados, durante la Segunda Guerra mundial. Con buenas razones para quedar particularmente espantados estuvieron los habitantes de Roma, cuando supieron que los Estados Unidos, como represalia por los misiles rusos en Cuba, habían instalado misiles de mediano alcance en la base americana de la Air Force en Gioia del Colle, a solo 300 millas al sur de la Ciudad Eterna, garantizando de tal modo que la capital de Italia fuera uno de los primeros objetivos de un ataque de represalia soviética en una guerra nuclear total. Virtualmente desconocida por los fieles, durante este choque orquestado de “guerra fría” entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, fue la otra prueba de fuerza que se desenvolvía en los primeros días del Concilio Vaticano II. Los esquemas iniciales preparatorios tradicionales del Concilio, que habían sido fatigosamente organizados durante dos años por un grupo de prelados ortodoxos bajo la guía del Arzobispo Domenico Tardini fueron arrojados al bote de basura, para dar lugar a un programa radical revolucionario. Una nueva serie de esquemas, adaptados por la anti-Iglesia, y secretamente redactado por los agentes de la Sinagoga de Satanás, mucho tiempo antes del Concilio, fueron luego implementados, con la connivencia de Juan XXIII. Aunque Roncalli permaneció en la sombra, durante esta traición, su parte en el sabotaje de los esquemas auténticos del Concilio no escapó a los cardenales tradicionalistas y conservadores, en particular los que sabían que su imposición en la Cátedra de Pedro debido a la interferencia de los poderes seculares fuera de la Iglesia, había arruinado el Cónclave y producido un antipapa. Pero la traición de Roncalli, ante los padres conciliares, pasó a segundo plano, apenas hubo crecido en la escena mundial como el gran “artífice de la paz” por haber superado la “Crisis de los misiles de Cuba”. Obviamente, todo ello fue preparado por sus gestores y la prensa adepta; Roncalli propuso primero al Kremlin, luego a Washington que los misiles americanos en Italia fueran removidos a cambio del desmantelamiento de los misiles soviéticos en Cuba. Durante la crisis, el pueblo americano fue informado sólo de la remoción de los misiles americanos en Turquía, como un intercambio ofrecido a los rusos. Pero en Italia, los Padres conciliares y los fieles que desconfiaban de Roncalli fueron de pronto reticentes a criticar al “Papa” pacificador que había “salvado” a Italia y al mundo occidental del holocausto nuclear. La verdadera guerra realizada por la cábala masónica que dirigía el Gobierno de Wáshington DC, era una guerra secreta contra la Iglesia y una guerra abierta contra los Estados católicos. El odio del Gobierno americano hacia todo lo que era católico era semejante al de sus protegidos en el Kremlin, que habían asesinado a millares de sacerdotes católicos y fieles (por no hablar de los millones de cristianos ortodoxos rusos) desde 1917. Pero el Antipapa “pacificador” no era más que un agente de los gobiernos gemelos enemigos de la Iglesia de Cristo y que había sido impuesto como “Papa” para allanar el camino al advenimiento del Reino del Anticristo y, a continuación, oscurecer las inteligencias de quinientos millones de católicos, privándolos de la Gracia Santificante en su fuente: los Sacramentos de la Iglesia, para dar luego el golpe final: la eliminación total del Sacrificio de Cristo en la Cruz para sustituirlo por la redención gnóstica de la blasfema Triple Trinidad masónica. En efecto, además del Papado, el objetivo principal y final de los enemigos de la Iglesia de Cristo siempre ha sido el Santo Sacrificio de la Misa, como nos lo trae a la mente el axioma latino: “Tolle Papam; Tolle Missam” (Quitad al papa y la Santa Misa será suprimida). A la muerte de Juan XXIII, en el siguiente Cónclave de 1963, todavía fue elegido Papa el Card. Giuseppe Siri, pero ésto escribió el presidente de aquel Cónclave, el Príncipe Scortesco, el 21 de junio de 1963: «Durante el Cónclave, salió un Cardenal de la Capilla Sixtina, se reunió con representantes de la B’nai B’rith y les anunció la elección del Card. Siri. Ellos respondieron diciendo que se retomarían inmediatamente las persecuciones contra la Iglesia. Al regresar al Cónclave ¡hizo elegir a Montini!». ¿En qué consistían estas “persecuciones… inmediatas contra la Iglesia”? Antes de morir, en julio de 1999, el ex-jesuita, escritor y perenne “insider” del Vaticano Malachi Martin, admitió crípticamente que, durante el Cónclave de 1963, se verificó una criminal intervención inmediatamente después de la elección papal de Siri, mediante una terrible amenaza externa para aniquilar el Vaticano. Martin afirmó claramente que: «Es cierto que en las votaciones del Cónclave de 1963 Siri había logrado el número de votos necesarios para ser electo Papa, pero la elección fue archivada por la que fue definida como una “piccola brutalità”. (...) Tres días después del Cónclave, emergió Montini como Pablo VI.
Montini representaría la cabeza de la Anti-Iglesia». En su libro “Windswept house - A Vatican Novel”, Malachi Martin ofrece los detalles de una doble misa negra que tuvo lugar algunos días después de la fraudulenta elección de Pablo VI al solio pontificio. El 29 de junio de 1963, ocho días después de la elección de Pablo VI, se celebró una doble misa negra, en Roma y en Charleston (Carolina del Sur, USA) mediante la cual Satanás fue entronizado en la Capilla Paulina, sitio en el que el Papa desempeña el rol de “Custodio de la Eucaristía”.Ese 29 de junio de 1963 comenzó el Séptimo Sello del Apocalipsis de San Juan, es decir, el inicio del Reino del Anticristo. Ese día se hicieron realidad las palabras de Nuestra Señora de La Salette: «Roma perderá la Fe y se convertirá en la sede del Anticristo», y las palabras de la Virgen de Fátima: «Efectivamente, Satanás logrará introducirse en la cima de la Iglesia».
Al finalizar esa doble misa negra, el Delegado Internacional Prusiano leyó la Ley de Autorización ante los asistentes a la misa negra de Roma: «Cualquiera que, a través de esta Capilla interna, fuese designado y elegido como sucesor final en el Oficio Papal, deberá jurar él mismo y los que él designe, ser el voluntario instrumento y colaborador de los Fundadores de la “Casa del Hombre en la Tierra”... De este modo será modelada la “Nueva Era del Hombre”». Por lo tanto, el 29 de junio de 1963, nacía la “Nueva Iglesia Universal del Hombre” de inspiración satánica, cuyo objetivo era suprimir a la Iglesia de Cristo, pero en particular, eliminar la Redención del Sacrificio de Cristo en la Cruz de la faz de la tierra y sustituirla por la redención blasfema y satánica de la Triple Trinidad masónica, cuya representación geométrico-simbólica Montini conocía bien, por haberla diseñado personalmente y hecha esculpir, en 1943, en la lápida de su madre, Giuditta Alghisi, en el cementerio de Verolavecchia (Brescia). Pocas horas después del evento de la doble misa negra, Pablo VI hizo el juramento papal. Ese “juramento” fue un “perjurio” porque, de hecho, Pablo VI lo anuló totalmente con su “revolución”, que no dejó a salvo ningún aspecto del Dogma, de la Moral, de la Liturgia, de la misma Disciplina. Los quince años de pontificado de Pablo VI vieron el nacimiento y el desarrollo de la “Casa del Hombre en la Tierra” o, mejor dicho, la “Nueva Iglesia Universal del Hombre” de inspiración satánica. Esta fue la “nueva Iglesia de Pablo VI” que, según la palabra de la Virgen en La Salette, como un “cuerpo negro” eclipsaría a la Iglesia de Cristo, el “cuerpo brillante”. En la segunda mitad de 1963, Don Villa tuvo su segundo encuentro con el P. Pío. Fue un encuentro decisivo y dramático en el que el Fraile de Pietrelcina terminó su coloquio con la frase: «Coraje, coraje, coraje, porque la Igle[1]sia ya está invadida por la Masonería», seguida por las palabras: «La Masonería ya entró en las pantuflas del Papa» (Pablo VI). Don Villa me hizo comprender lo que ocurrió realmente en ese encuentro, diciéndome: «Ese día, el P. Pío me asignó el objetivo de mi vida: PABLO VI». Cuando conocí la frase que el P. Pío pronunció antes de morir: «Mi Misión dará comienzo cuando yo haya muerto», pregunté a Don Villa si esta misión era justamente la batalla que él debía combatir para defender a la Iglesia de Cristo de la acción de la Masonería eclesiástica. Él me respondió afirmativamente, diciendo: «El P. Pío me ha pasado el testimonio… yo soy la continuación del P. Pío…». Luego, la tarea del P. Pío fue encargar a un sacerdote una Misión especial que sólo él, por la santidad de su vida y sus obras, podía hacer creíble y aceptable al Papa Pío XII, quien debía conferir a este sacerdote un mandato papal para cumplir esa Misión. Y esa Misión era la de ser el Artífice de la primera Copa de la Ira de Dios, es decir, desenmascarar a los traidores y enemigos de Cristo en los altos cargos de la Iglesia. Y particularmente a aquel Enemigo que, en 1963, luego de su fraudulenta elección como Antipapa obtenida con graves amenazas a la Iglesia Católica, había dado inicio al Reino del Anticristo. La consigna que el P. Pío pasó a Don Luigi Villa no fue, sin embargo, un secreto para los enemigos de la Iglesia de Cristo. Ésto me fue dicho por Don Villa antes de morir. He aquí lo que me comunicó a propósito del aislamiento de Pío XII hacia el final de su pontificado y del clima de traición que lo rodeaba: «Mons. Bosio me dijo la frase que escuchó de Pío XII sobre su secretario de estado: «¡Finalmente, también el Card. Tardini me ha traicionado!», y otra frase de Pío XII: «No sé si mis palabras alcanzan a llegar a la puerta de mi despacho». Por lo tanto, desde la muerte de Pío XII, los enemigos de la Iglesia de Cristo sabían de la existencia y los objetivos del mandato papal que Pío XII había asignado a Don Luigi Villa, y conocían el verdadero objetivo de la Misión del P. Pío: combatir el Reino del Anticristo, es decir, desenmascarar a los traidores a Jesucristo, como dijo la Virgen en La Salette hablando acerca de los apóstoles de los últimos tiempos: … ellos progresarán por la virtud del Espíritu Santo y condenarán los errores diabólicos del Anticristo”. Y los errores diabólicos del Anticristo son la sustitución de la pura doctrina de Jesucristo por la pura doctrina de Lucifer, simbolizada por las esotéricas tres Triples Trinidades. La pura doctrina de Jesucristo se resume en estas 3 frases: – Jesucristo es Dios; – Jesucristo es Redentor del hombre; – Jesucristo es Rey del Universo.











-EXTRACTO DE LA REVISTA CHIESA VIVA AÑO XLIX - N° 528 JULIO-AGOSTO 2019-

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