Creo que se podría ahora mismo responder: la última “vedette” del siglo, pulverizando todos los records de popularidad.Fue, ciertamente, la característica más evidente de su Pontificado; inmensas multitudes encada gira, con hosannas y aleluyas a su persona, por la que, me parece, fueron derrocadas todas las hipérboles, superar, magnífico, ayatolá, etc.No podía dejar de suscitar maravillas un Papa que habla, que mira, que toca, que saluda; a un líder, que vestía batina, un Papa esquiador, que descendían esquíes por laderas heladas, un Papa que usaba sombrero alpino, que cantaba canciones profanas, que escalaba montañas, un Papa que además de eso, complejo y poeta, con un estilo que hizo que incluso fuese llamado personaje grosero con tendencia teatral; siempre, de cualquier manera, contra la corriente por su irreductible aversión a adecuarse al tradicional comportamiento exterior, con el que puso fin a la grandiosidad de las audiencias generales, cantando y bailando incluso en público, mezclándose con las multitudes todos los continentes, y compensando la nostalgia de los tiempos idos con su participación personal en el trabajo cotidiano de los hombres.Por cierto que este es apenas un aspecto de su Pontificado, el cual, como escribió Gianni Baget Bozzo, “es espectáculode masas no sirve para nada ni a nadie. Los viajes permanentes, la multiplicidad deintervenciones, encubren un inmovilismo substancial, y el Papa siempre es visto como autor de una restauración de rostro humano, gradual”.Después, aún se podría decir ¡un “seductor”, mas no, por cierto, como fue Cristo! Si muchos solo elogian a Wojtyla, muchos otros, en lugar de eso, se distancian de sus actos, cubiertos de sombras,que causan perplejidad, como su incapacidad de distinguir entre lo que es dogma de Fe de lo que es, por el contrario, contingencia histórica; Papa de las beatificaciones controvertidas; Papa que, según Hans Kung, es lomás contradictorio del siglo XX; Papa cuyo “diálogo interreligioso” lo hace entrar en una mezquita o lo conduce a gran apertura a las otras religiones;Papa que reaproximó judíos y católicos y que hasta fue al “Muro delos Lamentos”, dejando una súplica de perdón, etc.Por todo esto aparece a muchos como “reformador”, “restaura-dor”, no viendo que, por el contrario, Wojtyla traicionaba, poco apoco, la Tradición Católica, siguiendo consejos de infieles colaboradores de cuño modernista yprogresista. Eso lo llevó a excomulgar al ortodoxo Arzobispo Lefebvre, olvidando lo que dice San Pablo: «siun Ángel del Cielo os predica otro Evangelio diferente del queEl predicaba, no lo escuchéis».Sea como fuere, ¿por qué no castigó ni excomulgó nunca a otroseclesiásticos, que descarada o abusadamente rebeldes a Cristo, al es-cribir o aprobar Catecismos heréticos, y porque dejó, y porque toleró, en las cátedras de las universidades católicas y de los Seminarios, a teólogos que nega-ban la divinidad de Cristo, que falseaban la Sagrada Escritura, que negaban la Virginidad de María Santísima, y que enseñaban tantas otras herejías?¿Y por qué suscribió Concordatos que ya no protegían a la iIglesia, a la Religión Católica,los valores cristianos, y que colocaban en pie de igualdad todas las religiones, los que se podían pasar a llamar “Estados ateos”?¿Y que decir de su “herejía de Asís”, de aquella “oración comunitaria”, esto es, con los representantes de todas las religiones falsas, limitando, de ese modo, el Primado de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana, Madre y Maestra de todas lasalmas, creando de este modo dificultades a los Misioneros en laevangelización de los pueblos, impidiendo, hoy, que ellos defiendan la Religión Católica, colocada a la par de las otras, lascuales reconocen los mismos valores de Fe?¿Y no fueron, tal vez, más graves sus idas a la “Sinagoga” o a la “iglesia luterana”? Será que los judíos no están ya obstinados en reconocer a Jesucristo como Dios y como Mesías? ¿Que no persiguen más a la Iglesia de Cristo? ¿No fue Jesússiempre severo al punto de no dialogar con ellos? ¿Será que Jesús(ya) no dice: «Quien no está conmigo está contra Mi»?Gravísima culpa fue, también, haber dado permiso a varios episcopados para poder dar la “Comunión en mano”, ¡permitiendo así,una verdadera y grave profanación de la Santísima Eucaristía, faltan-do al deber de respeto que tantos Papas habían procurado incrementar a lo largo de todos los siglos dela Iglesia!Después de este esbozo del hombre y del Papa Juan Pablo II, y de las directrices de su Pontificado, es justo admitir que, a su muerte,dejó en herencia al Catolicismo una Iglesia seguramente diferente de la que le había sido confiada el 16 de octubre de 1978.Y ahora es claro que Juan Pablo II fue contrario al “pasado”, a la Tradición de la Iglesia, al trabajo realizado por sus predecesores. Esto es, trabajó en sentido contrario, transformando la firmeza del solio pontificio en una Sede móvil e itinerante, de un lado para otro del mundo. Tenemos que preguntarnos, por eso, si es posible imaginar “otro” Wojtyla que no sea aquel teatral y mediático,aclamado por las multitudes de América, de África, de Asia, de la vieja Europa y de su propiaPolonia, siendo que, de este modo, desde todos los puntos de la Tierra, todos pudieran estar próximos, por intermedio del poten-te zoom de la TV vía satélite, de los gestos de su manos, ojos relampagueantes, semblante contraído, de sonrisa rara y casi huidiza, de temblor de Parkinson, de doliente y de convaleciente en la ventana del hospi-tal, de los grandiosos gestos ecuménicos, interreligiosos, pacifistas, del “mea culpa” del 12de marzo de 2000, del “Muro de los Lamentos”, etc.Pontificado el suyo, largo y contradictorio que, para ser conocido, abrimos espacio a un variado número de “casos” que hacen saltar a la vista, con toda verdad, a otro Wojtyla.